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Nadie lo hará por nosotros

En 1978, las elecciones generales de mi país, la República Dominicana, fueron interrumpidas por militares con la intención de robarse el resultado y mantener en el poder al régimen gobernante, aún por encima de la voluntad popular.

A pesar de sólo tener 10 años, recuerdo muy bien el miedo y la incertidumbre que se vivían en mi hogar y en los hogares vecinos, y cómo se susurraban, a puertas cerradas, el desacuerdo y la indignación ante los acontecimientos.

Las elecciones de los años siguientes – voté por primera vez en 1986 – no fueron mucho más transparentes que ese difícil proceso del ’78.  Aún celebrándose elecciones puntual y regularmente, siempre existía una sombra de duda acerca de la veracidad del resultado y de la civilidad del proceso.  La manipulación y la intimidación seguían presentes.

Claramente, había que hacer algo. Se hizo evidente para un grupo de ciudadanos dominicanos que las cosas no iban a mejorar por sí solas, ni mucho menos contando con las débiles instituciones que dirigían las elecciones.  Entendieron que solamente asumiendo un rol activo en la transformación de los procesos, así como la responsabilidad por la vigilancia de principio a fin de los mismos, podrían conseguirse mejoras sustanciales en la todavía joven democracia dominicana.

Así, en 1993 nace Participación Ciudadana (PC) con los objetivos de contribuir a la justicia social, a la democracia y a la integración de los ciudadanos como sujetos (y no objetos) de los procesos democráticos.  Venciendo desconfianza y prejuicios, PC se ha ganado un espacio muy importante en el espacio político dominicano, gracias al trabajo sostenido y al compromiso con la democracia plural demostrado con mucha consistencia y con muchos hechos concretos.

Por ejemplo, en las elecciones de 1996 (que fueron adelantadas por un impasse político-electoral acaecido en 1994) PC movilizó más de 5,000 voluntarios en todo el país, siendo la primera vez que una organización cívica dominicana asumía un rol de observación directa de los comicios.  Ese año se realizó por primera vez un conteo rápido de votos, mecanismo alterno de cómputo electoral que vendría a demostrar su efectividad reiterada en las sucesivas elecciones.

En el 1998 los voluntarios fueron más de 12,000; en el 2000 y en el 2002 más de 5,000.  En el 2004, acudí a votar con la tranquilidad de que las elecciones serían rápidas, confiables y transparentes; sabiendo que los más de 7000 observadores de PC evitarían cualquier distorsión de la voluntad popular.  Esas elecciones se celebraron con un nivel de orden y participación que ha servido de ejemplo para otras democracias del hemisferio.  Acudí a votar con la tranquilidad de que ya el proceso no sería un trauma, sino una celebración de los valores democráticos; una celebración de los derechos del ciudadano a elegir y ser elegido.  Ciertamente, una experiencia muy diferente de la que recuerdo del 1978.

La gran lección que encierra la transformación radical de un proceso tan crítico como las elecciones es que la movilización ciudadana constituye, más que un derecho, un deber de todos.  Este es el credo de PC: la sociedad que queremos debe ser construida por los ciudadanos proceso por proceso y nadie – ni gobiernos, ni partidos políticos – lo hará por nosotros.

Hoy día, PC cuenta con más de 800 miembros, 20 comités municipales y 7 comisiones de trabajo.  La institución funciona como una democracia, en la que la Asamblea Nacional de PC constituye la auténtica instancia máxima de decisión.

Con el trauma de las elecciones ya en el pasado, PC ha ampliado su rol de vigilancia y de articulación, incluyendo otros problemas no menos urgentes: La transparencia en la gestión pública y la lucha contra la corrupción, así como la educación ciudadana.  Para tener una idea, sólo en el 2004 PC celebró casi 700 talleres, tocando a cerca de 20,000 ciudadanos dominicanos.

La historia sigue. Y aunque hay muchos logros para mostrar (Transparencia Internacional seleccionó a PC como su representante en la República Dominicana, por ejemplo), todavía es mucho más lo que resta por hacer. PC seguirá cumpliendo su misión de hacer que, para beneficio de mis hijos, la sociedad dominicana funcione para sus ciudadanos y no contra ellos.  PC seguirá avanzando proceso por proceso.

Y en ese avance, necesitamos que cada vez seamos más, dentro y fuera de la República Dominicana, los que estemos participando de la construcción de una democracia fuerte y auténtica.  Me atrevo a invitarlos a que se unan a nosotros en esta tarea.  Su apoyo – intelectual, personal, moral – contribuirá al desarrollo democrático y social de un país y de una región. Así construiremos nosotros – todos nosotros, los ciudadanos – la sociedad que merecemos. Porque nadie lo hará por nosotros.

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