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Urge revaluar las relaciones dominico-haitianas

Ante el nivel de tensión en que se encuentran las relaciones entre la República Dominicana y Haití, con graves repercusiones en ambas naciones obligadas por la geopolítica al entendimiento y la inter colaboración, deseamos formular un llamado a la ponderación, serenidad y coherencia en el análisis y el discurso sobre el particular.

Compartimos plenamente el unánime  rechazo nacional a la incursión de un núcleo radical que subió al techo del consulado en Puerto Príncipe para arriar y quemar la bandera dominicana, así como los últimos acontecimientos de agresión a consulados dominicanos.

A fin de contribuir a bajar tenciones entre naciones vecinas, se hace necesario que las autoridades nacionales ofrezcan una explicación convincente sobre la muerte del joven inmigrante haitiano Henry Claude Jean, quien el 11 de febrero apareció ahorcado en un parque de Santiago, atado de pies y manos, en lo que ha sido relacionado con grupos que allí predican el odio y ha desatado protestas y denuncias internacionales. A un mes de la ocurrencia, se espera una conclusión coherente de las investigaciones policiales y el procesamiento de los responsables de esa muerte, o por lo menos una clara y definitiva condena de las autoridades.

Urge superar las tensiones de las últimas semanas para la reanudación de las actividades diplomáticas,  consulares y comerciales. Satisface al respecto las garantías ofrecidas por las autoridades haitianas, bajo consideración del gobierno dominicano.

Para crear la imprescindible inter colaboración entre las dos naciones, es necesario que los dominicanos nos empeñemos en reducir el discurso de odio que predomina en sectores políticos y de la comunicación social. Es lamentable que las consignas que piden la muerte de quienes grupos radicales consideran traidores a la patria no hayan sido condenadas firmemente por las autoridades y por la generalidad de los medios de comunicación, aún cuando las estigmatizaciones ya alcanzan a altos funcionarios y hasta al propio presidente de la República.

Es lamentable que la vocinglería de  minorías de fanáticos de ambos lados estén trazando las pautas de las relaciones entre las dos naciones. Peor aún cuando se pone en riesgo la seguridad de las personas y propiedades relacionadas con una creciente actividad económica, industrial, comercial y de la construcción, de las que dependen miles de empleos en los dos países.

Es indiscutible que la masiva inmigración haitiana, incentivada por los que medran en el tráfico humano y por los que quieren disponer de una abultada mano de obra incondicional, tiene que ser controlada, pasando del discurso a las acciones efectivas que son posibles aún con respeto a los derechos humanos. Los problemas de esa inmigración y sus soluciones tienen que ser parte fundamental de la inter colaboración binacional.

Es necesario concentrar las mayores energías para el éxito del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros puesto en marcha por el gobierno, como primer paso para ordenar la casa nacional y abrir espacio a los mecanismos de control, aislando a los sectores nacionales  que buscan su fracaso y recabando una efectiva colaboración de las autoridades haitianas y de la comunidad internacional.

También es fundamental el estricto cumplimiento y sin más dilación de la ley 169-14 que instituyó mecanismos en beneficio de los dominicanos descendientes de inmigrantes indocumentados en su gran mayoría provenientes de Haití, lo que también ha afectado el clima de entendimiento en la isla.

Formulamos votos porque se retomen las conversaciones bilaterales iniciadas el año pasado y que llevaron al Ministro de la Presidencia,  Gustavo Montalvo, a proclamar el inicio de una nueva era en las relaciones dominico-haitianas.

Santo Domingo
10 de marzo  del 2015

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